La serie climatológica del Observatorio de Torremocha del Jiloca (Teruel) cumplió 37 años en otoño de 2022. Los datos de la estación meteorológica oficial (Aemet 9375C) están actualizados en la web, con todos los resúmenes mensuales y anuales disponibles. Algunos datos: temperatura media anual de 10,8 ºC, precipitación anual promedio de 361 mm. (litros por metro cuadrado) y 127 días de helada al año. Los años 1997 y 2017 aparecen como los más cálidos, y 1991 y 1993 se mantienen como los más fríos. El año 2021 fue uno de los más excepcionales, ya que en enero se batió el récord de mínima absoluta con los -26,5 ºC del día 12 y en agosto se superó por primera vez, desde el inicio de la serie, la barrera de los 40 ºC, al alcanzarse 41,2 ºC el día 13. El mismo año, por tanto, se batieron los dos récords extremos de temperatura, lo que otorga una excepcional amplitud térmica anual de 67,7 ºC. La realidad es que el análisis de los datos de la serie de Torremocha confirma una realidad palpable desde hace tiempo: que la variabilidad se ha convertido en un patrón climático, con enormes contrastes de temperatura y precipitación no sólo de un año a otro, sino en un mismo mes, ya que cabe recordar, como ejemplo, que en el propio mes de enero de 2021, semanas después de que los -26,5 ºC marcaran el nuevo récord de frío, se alcanzó una máxima de 20,9 ºC que supuso, a su vez, un nuevo récord de máxima absoluta para el mes de enero. Los datos e informes pueden consultarse en el capítulo de esta web dedicado al Observatorio de Torremocha:
https://www.estrellasyborrascas.com/observatorio.php
https://www.estrellasyborrascas.com/datos_clima.php?id=27
https://www.estrellasyborrascas.com/datos_clima.php?id=28
FOTO: Termómetros oficiales de máxima y mínima del Observatorio de Torremocha el 12 de enero de 2021. En el de mínima puede verse el registro de los -26,5 ºC de ese día, récord de mínima absoluta de la serie.
Credit: C. Mayhew & R. Simmon (NASA/GSFC), NOAA/ NGDC, DMSP Digital Archive
A mediados del siglo XX aún era posible ver la Vía Láctea desde el interior de muchas ciudades, pero actualmente sólo puede observarse ese espectáculo en plena naturaleza. En 1986 la contaminación lumínica también impidió ver el legendario cometa Halley a millones de personas y hoy, en pleno siglo XXI, la realidad es que el cielo nocturno se halla en trance de desaparecer en una gran parte del planeta. Hace cuatro siglos que Galileo hizo los primeros estudios telescópicos, pero él apenas podría realizar sus observaciones bajo el cielo actual, porque se lo impediría una infinidad de luces parásitas. Las noches estrelladas, el firmamento nocturno, la grandiosidad de la bóveda celeste… todo ello supone uno de los más grandes patrimonios de la naturaleza que tenemos, y su pérdida sería uno de los mayores contrasentidos para nuestra civilización, porque el ser humano y el resto de los seres vivos estamos todos hechos de fragmentos de estrellas. Es necesario detener el avance de la contaminación lumínica en todo el mundo, pero en el caso de España estamos ante el paradigma de uno de los países con el mejor cielo nocturno de Europa y en el que, lamentablemente, más han aumentado los focos de polución debido a la ausencia de una ley de protección estatal y de medidas que regulen el alumbrado de manera correcta. Pero no te engañes: no es sólo un problema para los astrónomos, porque el exceso de luces en ciudades y pueblos no sólo nos roba las estrellas, sino que, además, supone un gasto económico inútil para todos los ciudadanos. No se trata de quedarnos a oscuras, sino de usar el alumbrado correcto, que ilumine hacia abajo y permita, al mismo tiempo, conservar el patrimonio natural de las noches estrelladas y reducir el sobrecoste de la factura de luz que supone el derroche de tanta farola sin control.
El firmamento de verano es diferente al de invierno a causa de los cambios de perspectiva originados por el movimiento orbital de la Tierra alrededor del Sol. Ahora, constelaciones tan famosas como Orion son invisibles porque el Sol está delante de ellas, y será necesario esperar hasta finales de julio o principios de agosto para que podamos volver a verla poco antes del amanecer. Con la llegada del verano boreal, la protagonista destacada en el firmamento es la Vía Láctea, nuestra propia galaxia. Es ese trazo blanquecino que cruza toda la bóveda celeste y que, después de la medianoche, se extiende de norte a sur. Desde la latitud de la España peninsular abarca desde Cassiopeia y Perseus hasta Sagittarius y Scorpius, donde se pierde de la vista bajo el horizonte y sugiere la extraordinaria riqueza estelar de las constelaciones del hemisferio sur, no visibles desde las latitudes medias del hemisferio norte. La franja lechosa que vemos está formada por millones de estrellas de nuestra galaxia, que no podemos distinguir individualmente con nuestros ojos y sólo es posible hacerlo con la ayuda óptica de prismáticos o telescopios. La Vía láctea, nuestra ciudad estelar, alberga unos 150.000 millones de estrellas, y lo que vemos en las noches de verano mirando hacia arriba son sus zonas de mayor densidad. Si dirigimos la mirada hacia Sagitarrius, lo que contemplamos es el corazón galáctico, puesto que el centro de la galaxia está justo detrás. Por eso las nubes estelares parecen todavía más densas en esta dirección. El mejor consejo para observar bien la Vía Láctea es alejarse de las ciudades y hacerlo en plena naturaleza. Constituye una excelente experiencia observarla a simple vista o con unos simples prismáticos desde el campo o la montaña. Si nos tumbamos en una hamaca o en el suelo en una zona con horizontes amplios, podremos barrer sus densos campos estelares con los prismáticos, que revelarán detalles extraordinarios al observador. Con ellos podremos contemplar objetos como el Doble Cúmulo en Perseus, la Estrellas Granate de Herschel en Cepheus y la Nebulosa de la Laguna en Sagittarius entre otros muchos.
© Vicente Aupí
Las nubes estelares de la Vía Láctea en la constelación de Cassiopeia. (Foto: Vicente Aupí)
El Observatorio de Torremocha del Jiloca (Teruel) fue creado por Vicente Aupí en 1985. Se encuentra en esta pequeña población del valle del Jiloca, a 994 metros de altitud, al pie de la Sierra Palomera, en una zona privilegiada para la observación astronómica del cielo y de gran interés desde el punto de vista climatológico, ya que se halla enclavada en el triángulo Geográfico Teruel-Molina de Aragón-Calamocha, considerado como uno de los principales polos del frío de la Península Ibérica.
La serie climatológica del observatorio tiene ya datos de 34 años de observaciones termométricas y pluviométricas. A su vez, las actividades astronómicas se han orientado fundamentalmente a la astrofotografía, la divulgación científica y la observación de acontecimientos celestes como los eclipses solares y lunares y la aparición de destacados cometas, entre ellos el histórico del Halley en 1986.
Si lo deseas puedes acceder aquí a los datos climatológicos de temperatura y precipitación de la estación meteorológica del Observatorio de Torremocha del Jiloca en este enlace
Cinturón y Nebulosa de Orion
Cometa Hale-Bopp con la Galaxia de Andromeda y el Doble Cúmulo
Deneb y la Nebulosa Norteamérica
El firmamento estival
Luna llena
"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"
Carmen Cortelles
Estrellas y borrascas
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