Estrellas y Borrascas

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CLIMA

La furia del otoño mediterráneo

Valencia, 14 de octubre de 1957. La foto está tomada en el puente de Aragón cuando el Turia ya se había desbordado en numerosos barrios. (Foto: Luis Vidal/Archivo Levante-EMV)

Imagen del satélite Meteosat del 30 de septiembre de 1997, fecha de la inundación de Alicante. Obsérvese el denso núcleo nuboso sobre la vertical alicantina. (Foto: Eumetsat)

Datos pluviométricos de los días 19 y 20 de octubre de 1982 en la cuenca del Júcar, durante la avenida que causó la rotura de la presa de Tous (Valencia). El extraordinario dato de los más de 1.000 litros recogidos en la Casa del Barón está avalado por estudios posteriores como el del meteorólogo Rafael Armengot. (Fuente de la imagen: Falla Malva/Revista RAM)

Hay pocos fenómenos predecibles en nuestro clima, pero uno de ellos es el de los temporales de levante que casi todos los otoños visitan las comunidades del Mediterráneo. Pueden ser más o menos intensos, y a veces catastróficos, pero es raro el año en el que durante el trimestre septiembre-noviembre no se produce un solo episodio de lluvias intensas en algún punto de Cataluña, la Comunidad Valenciana, Baleares, Murcia o Andalucía oriental.

Las efemérides meteorológicas nos hablan de los casos más notables, que han sido muchos y llenan las crónicas seculares de nuestra historia reciente, pero en la actualidad no parece necesario ningún fenómeno singular para que cada otoño veamos en la prensa y en la televisión las imágenes de zonas urbanas inundadas por algún torrente o, simplemente, anegadas por precipitaciones más o menos intensas. Y en los medios de comunicación es habitual, también, que los habitantes de las zonas afectadas adviertan que todos los años —salvo aquellos en que no llueve— ocurre lo mismo.

No es necesario mencionar lugares concretos, porque la lista es larga y en muchos de ellos se trata, casi siempre, de áreas de nueva construcción o urbanizaciones de segunda residencia levantadas durante los años del desarrollo o bien merced a la fiebre de expansión urbanística que padecemos desde hace algún tiempo en el litoral mediterráneo. Da lo mismo que caigan 40 que 400 litros por metro cuadrado, porque cuando llueve fuerte el agua busca su camino por donde lo ha hecho siempre y le da lo mismo que los antiguos cauces naturales se hayan disfrazado de modernidad. El peor error que puede cometerse en esta era de concienciación frente al calentamiento global es confundir los riesgos del cambio climático con las consecuencias de la invasión del territorio. Si bien no es descartable que el nuevo escenario de variabilidad climática que vivimos haya influido en algunos episodios de lluvias torrenciales, es mucho más evidente que un alto porcentaje de los daños y pérdidas no tienen su origen en la violencia de los fenómenos atmosféricos, sino en la improcedente presencia de asentamientos humanos en los puntos de peligro.

Respecto a los temporales verdaderamente extraordinarios, quizá sea cierto que en la actualidad hay una mayor frecuencia de ellos, pero si analizamos la historia no podemos comparar la mayoría con los que sacudieron nuestra sociedad en tiempos relativamente cercanos. De todos los otoños catastróficos del último medio siglo es probable que el más recordado sea el de 1982. El azar meteorológico hizo coincidir aquel otoño dos de los peores episodios del siglo XX, el primero de los cuales alcanzó su clímax el día 20 de octubre con la destrucción de la presa de Tous, cuyas aguas inundaron numerosas poblaciones de la ribera del Júcar, como Alzira, Carcaixent, Gavarda y Beneixida. Tan sólo un par de semanas después, del 6 al 8 de noviembre de 1982, una profunda borrasca fue el origen del terrorífico temporal sufrido por las cuencas pirenaicas de los ríos Cinca y Segre, con inundaciones muy graves en las provincias de Huesca y Lleida, así como en el Principado de Andorra.

El cúmulo de daños de ambos episodios y el impacto conjunto que tuvieron en la sociedad española forzaron a las administraciones de la época a introducir nuevos planes meteorológicos en los que al tradicional concepto de la predicción se sumó el de la vigilancia atmosférica. Gracias a aquel cambio, desde mediados de los años 80 los centros meteorológicos territoriales cuentan con grupos de predicción y vigilancia que continúan trabajando en la actualidad, y que todos los años desempeñan una intensa actividad en Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana durante los meses otoñales.

Los episodios de 1982 fueron especialmente catastróficos, pero de la segunda mitad del siglo XX hay otros tan destacables como aquéllos. He aquí algunas fechas y lugares: 13 y 14 de octubre de 1957 en Valencia, que vivió la histórica riada del Turia que movió a la ciudad a desviar su cauce fuera de ella; 25 de septiembre de 1962, marcado por el desbordamiento de los ríos Llobregat y Bessós y las catastróficas inundaciones de Sabadell, Terrassa y Rubí, que causaron más de 700 muertos; 19 de septiembre de 1973, con más de 200 muertos en Murcia y Andalucía oriental a causa del desbordamiento de varios ríos y la destrucción de centenares de viviendas e infraestructuras en Puerto Lumbreras y muchas poblaciones granadinas...

El 14 de octubre es fecha fatídica

Son ejemplos notables de la magnitud alcanzada por algunos de los temporales de los últimos 50 años, en los que octubre y septiembre son, por este orden y para la mayor parte de la España mediterránea, los meses de mayor riesgo, sin perder de vista a noviembre, protagonista también de muchos de los desbordamientos de grandes ríos. Pero dentro de ese trimestre, y tal como puede apreciarse en el análisis de decenas de efemérides de siglos anteriores, hay fechas específicas en las que tienden a concentrarse a lo largo de la historia muchos de los episodios conocidos. Entre las más prolíficas en fenómenos adversos se encuentra el 14 de octubre. A lo largo de los siglos y en tal día ha sucedido todo esto: el desbordamiento de la Riera de Mallorca en 1403; una tempestad marina, con 150 muertos y numerosas embarcaciones hundidas en Valencia en 1406; la riada que se llevó por delante el puente del Mar de Valencia en 1589; las lluvias torrenciales que arrasaron Murcia en 1611; la destrucción de 600 edificios por inundaciones en Murcia y Orihuela (Alicante) en 1614; la riada de San Calixto, en Murcia, con más de 1.000 muertos y una de las peores de todos los tiempos, en 1651; las inundaciones que afectaron a la capital murciana en 1879 y 1880; las intensas lluvias caídas en la Comunidad Valenciana en 1957, con el desbordamiento del Turia en Valencia que se inició el día 13 y los 361 litros por metro cuadrado recogidos en 24 horas en la localidad castellonense de Begís, así como el temporal de lluvias torrenciales que afectó a Valencia, Almería y Baleares en 1966.

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"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"

Carmen Cortelles

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