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CLIMA

Invierno nuclear
"versus" calentamiento global

Hongo nuclear creado por la bomba atómica lanzada sobre Nagasaki en 1945. La imagen fue tomada desde un avión B-29 estadounidense. (Foto: National Archives/Wikipedia)

Olympus Mons, el volcán más grande del Sistema Solar, fotografiado por la sonda Mariner 9 durante la tormenta de polvo y arena que barrió Marte en 1971. (Foto: NASA)

Han oído hablar del invierno nuclear? En términos climáticos y ambientales sería lo opuesto al calentamiento global, ya que consistiría en un enfriamiento de la Tierra producido por un manto de cenizas y partículas en suspensión en la atmósfera que taparía la energía solar. Eso, aparte de las consecuencias directas de las armas nucleares, es lo que acarrearía una guerra atómica como escenario final del apocalipsis. La teoría fue propuesta en la década de los 70 por Carl Sagan, Richard Turco, Brian Toon, Tom Ackerman y Jim Pollack.

Tempestad planetaria en Marte

Lo curioso es que la hipótesis nació en Marte. En 1971, el planeta rojo fue barrido en su totalidad por una tormenta de polvo y arena, como las que se producen en los desiertos terrestres, pero a escala planetaria. Ese fenómeno, que sacude Marte periódicamente, ya había sido observado a través de los telescopios por los astrónomos, que históricamente han sido testigos de la ocultación de su superficie por estas colosales tormentas. Pero la de 1971 coincidió con la llegada de la sonda espacial Mariner 9 al enigmático planeta y dejó estupefactos a los científicos, que observaron cómo el velo de arena hacía descender la temperatura en la superficie de Marte al ocultar los rayos del Sol.

El riesgo de una guerra atómica

Sagan, recordado y venerado como científico y divulgador, sucumbió ante la magnitud de aquella tempestad marciana, que le movió a estudiar y calcular los efectos que tendría algo parecido sobre la Tierra. Después de extrapolar datos y analizar los enfriamientos causados en nuestro planeta por las grandes erupciones volcánicas del pasado, Sagan y sus compañeros de investigación acabaron postulando que uno de los riesgos añadidos de una guerra atómica es el invierno nuclear, ya que el conjunto de explosiones de la contienda levantaría y depositaría en la atmósfera terrestre un denso manto de partículas y cenizas que impediría, durante mucho tiempo -meses o años-, el calentamiento vital que proporciona el Sol. El enfriamiento derivaría en condiciones glaciales.

Nucleares o efecto invernadero

Llevábamos años sin el fantasma del invierno nuclear, pero recientemente se encargaron de resucitarlo Gran Bretaña y Francia con su alianza en favor de un renacimiento de la energía nuclear. No dejo de pensar que la actual corriente catastrofista sobre las consecuencias del calentamiento global ha eclipsado otros riesgos latentes, como el de la energía y el armamento nuclear, en los que es evidente que siguen creyendo muchos mandatarios en el poder. Es más, a veces es difícil eludir la sensación de que muchos de los beneplácitos políticos de algunos gobiernos al Protocolo de Kyoto constituyen un intento para justificar el mantenimiento de la energía nuclear como alternativa a las emisiones de gases de efecto invernadero.

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