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CLIMA

El Sol hiberna, la Tierra se enfría

Grupos de manchas en la fotosfera del Sol en el año 2001, durante un periodo de gran actividad. (SOHO/ESA&NASA)

Aspecto actual del Sol, sin manchas visibles. Esta imagen se repitió 266 días en 2008 y más de 200 en lo que llevamos de 2009. (SOHO/MDI)

Años con mayor número de días sin manchas solares en el último siglo. Si se mantiene la situación, 2009 puede batir los récords de 1913 y 2008. (Fuente: www.spaceweather.com)

El Sol continúa hibernando. Estamos en uno de los mínimos de actividad solar más importantes de la historia, hasta el punto de que 2008 es ya el segundo año con mayor número de días sin manchas solares y 2009 está a punto de superarlo. Hasta el lunes 14 de septiembre, 2009 ha acumulado 205 días en los que el Sol no ha mostrado ninguna mancha, lo que atestigua que el nuevo ciclo solar, el número 24, está lejos de arrancar, en contra de lo que se pensó a principios del verano boreal. Y 2008 acabó con 266 días sin manchas, lo que supone el 73% de los días del año. Solamente 1913 supera a 2008, pero este dato realmente es secundario, puesto que lo importante es que entre 2008 y 2009 se suman ya casi 500 días sin manchas solares. Todo esto ha abierto nuevos interrogantes, de difícil respuesta, sobre el alcance y consecuencias de este mínimo solar. La NASA y otras instituciones internacionales están dejando entrever como una opción real que el impacto de la inactividad del Sol se traduzca en los próximos años o en las próximas décadas en un periodo más frío en la Tierra de lo que apuntaban los modelos climáticos. Pero, además de ello, muchos de los observadores del Sol, como el español Joan Manuel Bullón, han manifestado su sorpresa por lo que está aconteciendo en el Sol. Su asombro se debe a que, hace algunos meses, la aparición de algunos grupos de manchas hizo albergar la esperanza de que el nuevo ciclo solar comenzara por fin, pero tras algunos días de tímida actividad, el astro rey ha vuelto a la calma total y no se observan signos claros de que vayan a producirse cambios inminentes. Bullón teme que se haya abortado el nacimiento del nuevo ciclo y subraya las dificultades para hacer predicciones sobre su comienzo.

Paralelamente a todo esto han surgido algunas sorpresas en el ámbito de los estudios y predicciones sobre las condiciones climáticas en la Tierra. Desde hace varios años ha aumentado claramente el número de investigadores del clima que apuesta por un ciclo frío en las próximas décadas, en oposición a los modelos de calentamiento global hechos públicos por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), perteneciente a las Naciones Unidas. Al principio, las teorías sobre un enfriamiento global quedaron circunscritas a grupos de científicos de Rusia, en especial Khabibullo Abdusamatov, un especialista en física estelar del Observatorio de Pulkovo que predice que el Sol está a punto de entrar en un largo periodo de inactividad similar al que se produjo entre los siglos XVII y XIX, que dio lugar a la llamada Pequeña Edad de hielo.
Sin embargo, también desde diferentes equipos científicos de Estados Unidos se está considerando ahora dicha tendencia como una opción real. Y lo que es más importante: incluso en el seno del IPCC ya se están oyendo voces que admiten que el clima puede entrar en un periodo de enfriamiento en los próximos años. Es el caso del alemán Mojib Latif, del Instituto de Ciencias del Mar de Leibniz, quien ha hecho público su punto de vista en la revista New Scientist. En su opinión, podríamos entrar en un periodo frío de unos 10 o 20 años y, posteriormente, regresar a la tendencia de calentamiento global.

Latif se suma, en realidad, al creciente grupo de científicos que en todo el mundo considera necesario prestar una mayor atención a la eventualidad de un periodo frío en las próximas décadas. Un dato a tener en cuenta es el radical giro mediático que se ha producido en las revistas especializadas de Estados Unidos, donde hasta finales de 2008 apenas tuvo eco la inusual inactividad del Sol. Ahora, sin embargo, muchas publicaciones están dedicando numerosos artículos escritos por científicos expertos en la materia y algunas, como la popular Sky&Telescope, han dedicado su portada a esta cuestión de forma reiterada en los últimos meses.

Otro hecho que no debe pasar desapercibido es el cúmulo de vaivenes que se ha producido en las predicciones de algunos equipos, entre ellos los de la NASA y la National Oceanic and Atmospheric Administración (NOAA), la agencia meteorológica de Estados Unidos. A falta de saber lo que ocurrirá en el futuro inmediato, la mayor parte de estas predicciones han sido claramente equivocadas, ya que se daba por hecho que el paso del ciclo solar 23 al 24 iba a ser rápido y, en contra de lo previsto, el Sol continúa aletargado y atravesamos uno de los mínimos más profundos de la historia. Quizá la mejor conclusión que podemos sacar es que desconocemos mucho acerca del Sol y la incertidumbre está servida, pero si echamos un vistazo a las observaciones de los últimos siglos hay algunas evidencias que llaman mucho la atención. La más importante es el paralelismo contundente entre los periodos fríos en el clima y las épocas de mayor inactividad solar. Y también la sintonía entre los máximos de actividad en nuestra estrella madre y los periodos cálidos.
El estudio de la actividad solar comenzó de forma sistemática en el siglo XVII. Obsérvese detenidamente la ilustración que acompaña estas líneas sobre la evolución de los ciclos solares entre los años 1600 y 2000. El periodo de mayor inactividad fue el que se produjo entre 1645 y 1715, que se conoce como Mínimo de Maunder en honor a Edward Walter Maunder, el científico que mejor lo describió. Durante aquellos 70 años apenas se observaron manchas en el Sol y tampoco existen registros de auroras boreales, lo que coincidió de lleno con la Pequeña Edad de hielo, en la que las condiciones climáticas fueron mucho más frías que las actuales y se congelaban los ríos europeos con cierta reiteración. En el caso de Londres esto se tradujo en que se celebraran muchos inviernos ferias de hielo sobre el congelado río Támesis, y en España existen efemérides que atestiguan que se congelaron varias veces los ríos Ebro y Turia en Tortosa y Valencia, respectivamente. Posteriormente, en el siglo XIX se produjo otro periodo notable de inactividad solar: el denominado Mínimo de Dalton, que no fue tan acusado pero que coincidió con un recrudecimiento del frío en el hemisferio norte.

Habitualmente estos dos periodos fríos suelen acaparar las principales citas científicas en relación con los mínimos de Maunder y Dalton, pero en la gráfica de la evolución de la actividad solar desde 1600 hasta el presente también llama poderosamente la atención otro dato fundamental: durante el siglo XX se han producido seis de los ciclos de actividad solar más intensos de la historia reciente, concentrándose los picos máximos en la segunda mitad, justamente en la que se han registrado los años más cálidos a escala planetaria desde el inicio de las observaciones meteorológicas. Independientemente de la influencia del hombre y su impacto sobre el medio ambiente y el clima, todos estos datos apuntan a una clara relación entre las oscilaciones naturales del clima terrestre y los cambios en la actividad solar, con un aparente vínculo entre los mínimos de actividad y los periodos fríos, y lógicamente entre los máximos y las épocas más cálidas.

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"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"

Carmen Cortelles

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