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CLIMA

Los extremos climáticos de febrero, "el loco"

Imagen de satélite del 18 de febrero de 2003, durante la entrada de una masa de aire polar por el noroeste de la Península. (Foto: Eumetsat)

Espectacular nevada de febrero de 1954 en Málaga. El temporal de nieve fue uno de los más importantes de la historia en Andalucía. (Foto: Archivo fotográfico Fundación Unicaja)

Mapas de superficie y altura (abajo) del 25 de febrero de 1989. Una profunda borrasca centrada en Gran Bretaña favoreció un extraordinario gradiente isobárico sobre España, que sufrió uno de los peores temporales de viento del siglo XX. (Imagen: Aemet)

Unos años llega de riguroso invierno, otros nos obliga a colgar los abrigos y la mayoría de las veces, al menos en los últimos tiempos, muestra rasgos claramente primaverales. No es extraño, pues, que popularmente se le conozca como febrero, “el loco”, porque se trata de uno de los meses meteorológicamente más variables, hasta el punto de que entre un año y otro pueden darse situaciones atmosféricas antagónicas. Aunque algunas veces esto también ocurre otros meses, febrero es, probablemente, el más recurrente; sucede con más frecuencia que en otras épocas del año. Pero una de las evidencias es que durante la segunda mitad del siglo XX, especialmente en las décadas de los 80 y 90, febrero perdió el carácter plenamente invernal que cabe esperar de él, al menos en comparación con el comportamiento habitual que se daba en otros tiempos.

Enero es, para el conjunto de España, el mes más frío. Después, diciembre y febrero se reparten el segundo puesto según una caprichosa distribución geográfica. En una gran mayoría de observatorios peninsulares del interior (Albacete, Burgos, Guadalajara, Madrid, Pamplona, Soria, Zaragoza...), diciembre es algo más frío que febrero, mientras que en una parte de la España marítima, las temperaturas medias son algo más bajas en febrero que en diciembre, como sucede en A Coruña, Almería, Bilbao, Ceuta, Ibiza, Melilla y Santander, entre otros ejemplos.

Pero los promedios estadísticos no suelen reflejar la realidad climatológica, y en el caso de febrero esto es más cierto que en cualquier otro mes. Aunque en esta época del año el suelo aún está muy frío por la pérdida de calor durante el invierno, la insolación aumenta notablemente a medida que transcurre el mes y la atmósfera inicia la transición hacia la primavera, que astronómicamente llega al hemisferio norte con el equinoccio de marzo. Pero durante las décadas del máximo del calentamiento global, es decir, las dos últimas del siglo XX, la llegada de la primavera se anticipó con cierta frecuencia y en muchas zonas de España, sobre todo en las costas mediterráneas, el régimen térmico sufrió notables anomalías en febrero, que en conjunto fue mucho más cálido de lo normal, salvo escasas excepciones. El clímax de este proceso se produjo en febrero de 1990, que arrojó temperaturas sin precedentes, por lo excepcionalmente cálido de los valores medios, en la práctica totalidad de los observatorios bañados por el Mediterráneo o situados en sus proximidades.

Circulación zonal persistente

Una de las causas fundamentales de la suavidad térmica que ha caracterizado la mayoría de los inviernos en España en las décadas de finales del siglo XX ha sido la anómala persistencia de circulaciones atmosféricas con vientos de poniente, que han roto el enfriamiento típico que se produce en la Península durante el trimestre diciembre-febrero. El caso más extremo fue, precisamente, febrero de 1990, cuyas temperaturas medias alcanzaron valores similares a los que se dan en un mes típicamente primaveral como es abril. Las heladas en la España interior fueron escasas, pero en la costa mediterránea hubo récord de calor generalizado, como ilustran estos ejemplos en los que se alcanzó la temperatura media más alta de la historia para dicho mes: Barcelona-Prat (13,1 °C), Girona-Aeropuerto (11,1), Alicante (15,1), Murcia-San Javier (13,6), Valencia (15,4) y Palma de Mallorca (15,1).

Entre el febrero más cálido y el más gélido, que se dio en 1956, hay tan colosales diferencias que no podemos hablar de episodios meteorológicos opuestos, sino realmente de meses enteros que parecen hablarnos de climas diferentes. Sobre febrero de 1956 se ha escrito mucho recientemente, con motivo del 50 aniversario, que se produjo en 2006, pero baste recordar que a lo largo de aquel mes España quedó bajo los efectos de tres oleadas sucesivas de aire polar de origen continental, que causó heladas continuas no sólo en el interior, sino también en zonas tradicionalmente cálidas de Andalucía y en las benignas costas de Cataluña y la Comunidad Valenciana, donde se alcanzaron mínimas de –7,3 °C en Castellón y de –7,2 en Valencia el día 11. Poco antes, el día 2 de febrero de 1956, en el Estany Gento (Lleida), se registró una mínima de –32, récord absoluto de frío —aún vigente— en España.

Pero las locuras de febrero van mucho más allá de los vaivenes térmicos. Además de invasiones de aire polar y de episodios excepcionalmente cálidos, febrero ha dejado en nuestra historia reciente algunos de los temporales de viento más violentos de la historia. El más grave de ellos fue el de los días 15 y 16 de febrero de 1941, propiciado por el paso de una borrasca —con sólo 950 milibares en el centro de su vórtice— a través de la fachada occidental de la Península. La circulación atmosférica asociada generó una clásica surada en las costas cantábricas, donde los habitantes de Santander vieron horrorizados como las rachas huracanadas del temporal avivaban las llamas de un incendio y lo extendían por el corazón de la ciudad, que quedó arrasado al calcinar 37 calles y algunos de los monumentos y edificios más emblemáticos. Lo más catastrófico fue en Santander, pero el resto de España también se llevó lo suyo, como prueba el hecho de que en numerosos observatorios se superaron los 100 kilómetros por hora, incluida la apacible Almería, donde hubo rachas de hasta 126 kilómetros por hora.

Pero hay más. Cuando uno revisa los anales de la climatología española aparecen fechas clave según se lee, y las más importantes acaban memorizándose de tanta repetición. Una de ellas es el 25 de febrero de 1989. Su impacto, con víctimas mortales incluidas, fue extraordinario en toda España, y algunos de los récords actuales de viento corresponden a esa fecha: Cuenca (113), León (130), Logroño (126), Soria (122), Toledo (138), Valencia (117).
En el clima actual la atmósfera anda revuelta, pero en febrero lo ha estado siempre.

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"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"

Carmen Cortelles

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