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CIELO Y TIERRA

Lago Vostok de la Antártida: la última frontera de la Tierra

Imagen generada por radar de la zona que recubre el lago Vostok en la Antártida. (Foto: NASA/Goddard Space Flight Center Scientific Visualization Studio)

2
MAR
2011

La última frontera de la Tierra está a punto de ser cruzada: científicos rusos están a un paso de alcanzar con sus máquinas perforadoras las aguas más puras del planeta, las del lago Vostok, que lleva millones de años aislado e imperturbable en la Antártida bajo una capa de hielo de 3,7 kilómetros de espesor. Por causas que aún no se han podido determinar, el agua de este lago impóluto permanecen líquidas a pesar de que su temperatura es de aproximadamente –3 °C, y todo lo que hay allí está protegido de la intemperie por el manto de hielo del continente helado, por lo que nos encontramos ante un entorno digno de otro planeta. Su descubrimiento se produjo a mediados de los años 90, y ahora el equipo de Rusia que lleva años horadando la costra helada que recubre el lago está a punto de llegar a sus inmaculadas aguas. La decisión final se ha pospuesto varias veces por miedo a que se contamine el lago y se altere para siempre este biotopo sagrado, en el que se sospecha que hay vida extremófila, al menos en forma de microorganismos adaptados a este lugar increíble. Una de las causas que podría explicar el mantenimiento del agua en estado líquido es que no haya tenido tiempo de congelarse, aunque se barajan otras como posibles fuentes de calor interno, pero la ciencia lo desconoce prácticamente todo sobre este tesoro de la naturaleza. Los promotores del proyecto destinado a estudiar sus aguas argumentan que no hay riesgo de contaminación, ya que una vez que la máquina perforadora alcance el vaso del lago, el primero chorro aflorará a la superficie y se congelará automáticamente debido a las bajas temperaturas del aire en la Antártida. Al solidificarse, el chorro congelado sellará de nuevo el lago, protegiéndolo de la superficie. Sin embargo, las dudas, técnicas y éticas, están en el aire, y es difícil responder si el interés científico justifica la decisión de que el hombre llegue con sus máquinas hasta un rincón del planeta que ha permanecido millones de años en estado puro y a salvo de la mano del hombre.

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