Estrellas y Borrascas

PÁGINA WEB DE VICENTE AUPÍ

ASTRONOMÍA

Constelaciones y estrellas de referencia

Ilustración antigua que muestra el cielo sobre París en el siglo XIX.

Constelación de Orion.

Constelación de la Osa Mayor.

En una noche oscura lejos de las luces de la ciudad brillan aproximadamente 3.000 estrellas ante nuestros ojos. Si flotáramos en el espacio como un astronauta podríamos ver otras 3.000 más, porque el horizonte no nos taparía el resto del cielo, como ocurre en la superficie terrestre, desde la que un observador situado en Europa continental o Norteamérica no ve las mismas constelaciones que pueden contemplarse desde Australia, África o América del Sur. El azar ha dispuesto las estrellas de tal forma que el firmamento boreal es más fácil de identificar, hasta el punto de que un astrónomo neófito puede conocer en una sola noche las estrellas principales; en dos las constelaciones más importantes, y en una semana recorrer la bóveda celeste sin perderse en el camino.

Desde la antigüedad el brillo de los astros se mide con un farragoso concepto denominado magnitud, que ordena la intensidad lumínica con un número mayor a los astros más débiles y con uno menor a los más brillantes. Una estrella de primera magnitud es 2,512 veces más brillante que una de segunda; una de segunda lo es 2,512 veces más que una de tercera, y así sucesivamente. El principal problema de este sistema es que se traduce en que los astros más brillantes tienen magnitud negativa, como la estrella Sirius, cuya magnitud es de -1,4 o el planeta Venus, que alcanza la -4,4. El Sol tiene una magnitud de -26,8 y la Luna de -12,5. Por contra, algunos objetos muy lejanos, como las galaxias pueden tener magnitud 14 o más débil. El ojo humano puede ver hasta la magnitud 6, pero con el uso del telescopio amplíamos nuestra capacidad para ver objetos débiles. Las estrellas más brillantes del cielo tienen nombre propio, como Sirius, Rigel y Antares.

La constelación de la Osa Mayor no es sólo una de las más populares y conocidas, sino también una de las más recomendables para abrirse camino en el cielo, porque es visible en cualquier época del año mirando hacia el norte. Aunque su nombre procede de la mitología griega, lo cierto es que la imagen que componen sus siete estrellas principales se asemeja más a la de un carro —los chinos la denominan el Carro Celeste— que a la de una osa, y por ello también se le denomina el Carro Mayor o Gran carro. Aunque es aconsejable comenzar el recorrido con una carta estelar, el tamaño y espectacularidad de la Osa Mayor la hacen fácilmente localizable incluso sin ella: Alkaid es la estrella que se halla en el extremo del brazo del carro, al lado de ella está Mizar, y al de ésta, Alioth. Megrez, Phecda, Dubhe y Merak forman el cuadrado del carro. Una octava estrella, cuyo nombre es Alcor, se halla muy próxima a Mizar y los observadores con buena vista no tienen problemas en localizarla sin ayuda óptica.

Una vez identificada la constelación nos servirá de punto de partida hacia el resto del cielo. Tomemos como ejemplo una noche diáfana y sin luna del mes de agosto: el Gran Carro aparece en torno a la medianoche en posición casi horizontal, descansando sobre el horizonte norte. La línea imaginaria que une Merak y Dhube (en el extremo derecho) apunta hacia Polaris, la Estrella Polar; hay que prolongar cinco veces en línea recta la distancia entre las dos estrellas del carro para dar con Polaris, también conocida como Alfa Ursae Minoris, en torno a la cual giran las demás en sentido contrario al de las agujas del reloj. Aunque su posición exacta no es la del polo norte astronómico, se halla a menos de un grado de él, y por ello en la actualidad está considerada como la Estrella Polar.

.Aunque la Osa Mayor es una excelente referencia para el primer recorrido visual por el firmamento, durante el invierno también lo es la constelación de Orion. Durante el solsticio de verano Orion es invisible porque el Sol pasa por delante de ella. La Tierra, en su viaje de un año alrededor de la estrella que le da vida, cambia de posición progresivamente, y ello origina que las estrellas y constelaciones que se hallan en el mismo plano de la órbita desaparezcan de nuestra vista durante algún tiempo, porque el resplandor solar nos las oculta. Para Orion esto ocurre en el principio del verano boreal, pero durante el invierno se halla en la dirección opuesta a la del Sol y es el principal protagonista del cielo. Es incluso más fácil de localizar que la Osa Mayor; sólo hay que mirar hacia el sur, en lugar de hacia el norte, en los meses de diciembre o enero en las horas previas a la medianoche. Ninguna otra figura celeste gana en belleza a la del Gran Cazador que representa Orion en la mitología de las constelaciones, y tampoco existen muchas regiones del cielo que deparen tantas maravillas para la astronomía: el observador encontrará aquí M 42, la Nebulosa de Orion, la más famosa de las nebulosas y algunas de las estrellas más hermosas de todo el firmamento, como Betelgeuse, Rigel y el Trapecio, una mágica formación cuadrúple de soles. Esta zona del espacio tiene además un especial interés porque de sus nebulosas están naciendo continuamente nuevas estrellas, algo así como si Orion fuera uno de los criaderos estelares más importantes de la Vía Láctea. En el centro de la constelación hay tres estrellas muy próximas y semejantes en brillo: Alnitak, Alnilam y Mintaka. Su disposición inconfundible siempre despierta la admiración del observador, y desde la antigüedad se las llama "Las tres marías".

Abajo a la izquierda de Orion aparece la constelación del Can Mayor, que encontraremos gracias a que en ella está Sirius, la estrella más brillante de todo el firmamento. Si unimos con una línea recta imaginaria Sirius con "Las tres marías", la prolongación de la misma nos llevará directamente al cúmulo estelar de las Hyades, en la constelación de Tauro, cuyo mayor exponente es la brillante y anaranjada Aldebaran. Desde aquí, la misma línea que trazamos desde Sirius nos conduce hasta las Pléyades (M 45), que forman el cúmulo de estrellas más bonito del firmamento y que han sido llamadas de mil formas diferentes ("Las siete cabrllas", "Las siete hermanas"...) en cada región del planeta. Para una persona con buena vista que las contemple desde una zona con cielos oscuros es fácil apreciar siete o incluso ocho de los componentes del cúmulo, pero unos prismáticos modestos nos revelarán decenas y con un telescopio pequeño hallaremos centenares y podremos recorrer las Pléyades estrella por estrella. Por esa misma razón, las Pléyades constituyen una de las mejores invitaciones al observador para que profundice en el estudio del firmamento, porque si para conocer las constelaciones y sus estrellas principales nuestros ojos son el mejor instrumento, la presencia de cúmulos tan bellos como éste nos induce a recurrir a algún tipo de ayuda óptica, como los prismáticos o el telescopio, para poder apreciar todas las sorpresas que guarda.

Índice de artículos

"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"

Carmen Cortelles

Estrellas y borrascas
Todos los derechos reservados.
© Vicente Aupí. Salvo indicación en contra todos los textos y las fotografías son del autor. Su uso o reproducción sólo se permite mediante la correspondiente autorización previa.
CONTACTO | ENLACES