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ASTRONOMÍA

Los días del sol de medianoche

El sol de medianoche, fotografiado en julio de 2005 desde Altafjord (Noruega). (Fuente de la imagen: Wikipedia)

La noche polar, desde la base científica estadounidense Amundsen-Scott, situada en la Antártida, muy cerca del Polo Sur. (Foto: J. Dana Hrubes)

El Sol busca el norte. El 21 de junio, cuando llega el solsticio de verano en el hemisferio boreal, el astro rey alcanza en el cielo su posición más septentrional en el día más largo del año. Al mediodía de esa jornada, el Sol está en el cénit sobre el Trópico de Cáncer, a 23,5 grados de latitud norte, donde a esa hora los rayos solares caen verticalmente y, por tanto, no hay sombra. Que eso suceda exactamente a esa latitud se debe a que el eje de rotación de la Tierra está inclinado 23,5 grados respecto al plano de su órbita (eclíptica) alrededor de la estrella que nos alumbra cada día, inclinación a la que se debe la existencia de las estaciones astronómicas que todos conocemos. Pero en el solsticio de verano y las semanas próximas se produce un fenómeno natural de gran belleza al que asisten los habitantes de países que se encuentran al norte del Círculo Polar Ártico. Por encima de esa línea se contempla, en esta época del año, el sol de medianoche. El Sol no se oculta por debajo del horizonte, de manera que allí la noche no cae en esta época del año y es permanentemente de día las 24 horas. Al avanzar la tarde, el Sol desciende hacia el horizonte, pero no llega a ponerse y mantiene su trayectoria aparente por encima de la línea que separa la Tierra del cielo, sobre el que vuelve a elevarse a continuación en un espectáculo increíble que se produce cada año en países como Finlandia, Rusia, Suecia y Noruega.
En el hemisferio sur ocurre exactamente lo contrario en estas fechas. El 21 de junio marca en el calendario el inicio del invierno austral, por lo que al sur del Círculo Polar Antártico éstas no son las semanas del sol de medianoche, sino las de la noche polar. Lo que sucede ahora allí es que el Sol no se levanta por encima del horizonte a ninguna hora del día. La diferencia es que en el hemisferio sur no hay zonas habitadas que estén dentro del círculo polar, por lo que el fenómeno únicamente es visible desde la Antártida, donde el invierno más crudo del planeta avanza inexorablemente envuelto en la oscuridad. Debido a la inclinación del eje terrestre y a la órbita alrededor del Sol, las estaciones de ambos hemisferios son contrapuestas: cuando es verano en el norte hay invierno en el sur, y viceversa. En Finlandia y los demás países antes citados también hay noche polar, pero sobreviene en el solsticio de diciembre, que inaugura el invierno boreal.

Estas singularidades geográficas y astronómicas determinan que, por ejemplo, en Argentina, Chile y los demás países situados en el hemisferio sur celebren la navidad en pleno verano, durante la estación cálida. Acostumbrados como estamos en Europa a concebir las navidades con su clásica estampa victoriana de la nieve, resulta un poco extraño imaginarlas junto a la playa, pero así es para los habitantes de los países australes.

Los días más largos del año

Desde España, evidentemente, no podemos ver el sol de medianoche, pero incluso aquí se perciben algunas señales que delatan la proximidad del solsticio. Vienen los días más largos del año, o lo que es lo mismo, las noches más cortas. Tenemos ahora unas 15 horas de luz diurna redondeando el dato, pero es que, además, si se presta atención durante una excursión de fin de semana al campo o a la montaña podrá observarse que durante la madrugada la oscuridad no es total, a diferencia de lo que pasa en invierno u otras épocas del año. El firmamento aparece en estas semanas teñido de una tenue aureola, que se debe a la luminosidad de fondo en el hemisferio norte. Este efecto es especialmente notable en la famosa noche de san Juan, tres días después del solsticio, cuando millones de personas la celebran al aire libre. Sin embargo, es fácil de apreciar en plena naturaleza, pero no cuando se intenta desde el interior de las ciudades, en las que el alumbrado eclipsa por completo el resplandor natural que acompaña las noches cercanas al solsticio de verano.

Lugares de Escandinavia como cabo Norte reciben ahora miles de turistas que viajan hasta allí para contemplar con sus propios ojos que el Sol es visible durante las 24 horas del día. Pero, en el otro extremo del planeta, los trabajadores de las bases científicas de la Antártida se preparan para afrontar el invierno más crudo que podamos imaginar. Realmente no es sólo el invierno, sino todo el año, porque en los observatorios de las bases Vostok (Rusia) y Amundsen-Scott (Estados Unidos) se tienen que conformar en el verano austral (de diciembre a febrero) con temperaturas del orden de los -20 a los -30 ºC como mucho. En invierno, lo normal es de -55 a -70 ºC, y se ha medido allí la temperatura más baja registrada sobre la Tierra: -89,2 ºC, observados el día 21 de julio de 1983 en Vostok. En ninguna de estas dos bases, cercanas al polo sur, los termómetros han subido de los 0 ºC.

En Amundsen-Scott, asentada en un enclave ligeramente más "cálido" que el de Vostok, la temperatura máxima absoluta alcanzada ha sido de -13,6. Se trata de registros termométricos muy parecidos a los que se registran en Marte, cuyo clima es mucho más frío que el de la Tierra. Uno de los factores fundamentales es la altitud, ya que Amundsen-Scott está a 2.835 metros y Vostok a 3.490. Ésta es una de las principales razones por las que el clima antártico es extraordinariamente más gélido que el del Ártico, circunstancia que acentúa ligeramente el movimiento de la Tierra alrededor del Sol: nuestro planeta alcanza su mayor proximidad a su estrella madre (perihelio) a principios de enero, coincidiendo con la época teórica de máximo frío en el hemisferio norte, lo cual modera levemente ese enfriamiento. Por contra, a primeros de julio la Tierra alcanza el afelio, es decir, su mayor distancia al astro rey en pleno invierno antártico. O sea que el sol de medianoche en el Ártico se ve cuando más lejos estamos de él.

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