Josep Comas Solà con el Círculo Meridiano del Observatorio Fabra (Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona)
Eduard Fontseré, en los años 30, en una imagen de los fondos donados por su familia al Instituto Cartográfico de Cataluña (ICC).
Cúpula del histórico telescopio refractor del Observatorio Fabra. (Observatorio Fabra)
Portada del libro sobre Josep Comas Solà
Como en el resto del mundo, la ciencia española está repleta de anécdotas y capítulos desconocidos para la mayoría de la gente que, empero, han tenido una influencia decisiva en la historia de la investigación. Uno de ellos, de suma importancia, es el que tuvo como protagonistas a dos de las máximas figuras científicas nacidas en Barcelona en la segunda mitad del siglo XIX: Josep Comas i Solà (1868-1937) y Eduard Fontserè (1870-1970). Al primero de ambos se le considera el astrónomo español más destacado del siglo XX, ya que se le deben numerosos descubrimientos y estudios planetarios que obtuvieron reconocimiento internacional. Fundador de la Sociedad Astronómica de España y América (SADEYA), fue, seguramente, el único español que tuvo un hueco entre aquella élite mundial de astrónomos divulgadores de la época dorada en la que esta ciencia logró asombrar a la humanidad con sus descubrimientos y la difusión de los mismos; la época en la que se forjó el concepto de astronomía popular que ha perdurado hasta nuestros días y que tuvo en el francés Camille Flammarion— y también en Comas i Solà— uno de sus mejores nombres propios.
Eduard Fontserè, por su parte, fue fundador y director del Servei Meteorològic de Catalunya, cuya red de observatorios no sólo fue pionera en un momento en el que la meteorología y la climatología españolas apenas destacaban en el contexto internacional, sino que actualmente sigue siendo la más densa y rica en contribución de datos en toda España. Realmente, pese a que en los tiempos de la dictadura franquista se silenció claramente la obra científica de Fontseré en el resto de España, nos encontramos ante uno de los padres de nuestra meteorología. La devoción con la que hizo germinar la pasión por los estudios meteorológicas acabó convirtiéndole en uno de los grandes maestros de esta rama de la ciencia, en la que más tarde también brillaron otros destacados investigadores como Inocencio Font Tullot.
Enemigos irreconciliables
Lo que muy pocos saben es que Comas y Fontseré trabajaron muy juntos al principio, como compañeros y buenos amigos, pero acabaron siendo enemigos irreconciliables. Quizá la primera idea que surja a raíz de ello es que su falta de entendimiento pudo ser perjudicial para la ciencia, pero los hechos dan a entender, sorprendentemente, que gracias a su rivalidad la astronomía y la meteorología deslumbraron en una época en la que España no destacaba especialmente en el ámbito de las llamadas ciencias naturales, a pesar de que figuras como Ramón y Cajal sí lograron, con su Premio Nobel, un reconocimiento mundial para la medicina. Los pasajes de esta historia están muy bien relatados y documentados en el libro biográfico Josep Comas i Solà. Astrònom i divulgador, editado por el Ayuntamiento de Barcelona en reconocimiento a uno de los científicos más ilustres que ha tenido la capital catalana, y del que son autores Josep Batlló Ortiz, Ignasi Cebrián Ester, Josep María Oliver, Antoni Roca Rosell (coordinador) y Pedro Ruiz Castell. El libro se editó en 2004 con motivó del centenario de la inauguración del Observatorio Fabra y es una de las mejores biografías disponibles sobre Comas i Solà, aunque en él, lógicamente, está presente Fontserè, que aparece constantemente.
La lectura de este libro recompensará a quienes tengan especial interés por la figura de Comas i Solà, pero también a los que conozcan a Fontserè. En lo personal fue lamentable la pérdida de una amistad, pero en lo científico no hay duda de que ser rivales animó a ambos a trabajar y destacar más que el otro en sus respectivas facetas: Comas en lo astronómico y Fontseré en lo meteorológico, a pesar de que ambos trabajaron juntos al principio en numerosos proyectos y actividades destinadas a impulsar la astronomía. Una de ellas fue el eclipse de Sol de 1890, que desde Barcelona pudo observarse sólo parcialmente —la franja de totalidad no pasaba por allí—, pero después, ambas trayectorias discurren por derroteros forzosamente distintos. Los dos aspiraron a convertirse en el primer director del Observatorio Fabra de Barcelona, ambición que logró Comas en 1901 —tres años antes de la inauguración— y llevó a Fontserè a presentar diversas reclamaciones en los años posteriores. Tal como se narra en el libro biográfico sobre Comas, la Real Academia de Ciencias y Artes optó en 1912 por una solución salomónica tras once años de dirección en solitario por el ilustre astrónomo: se acordó una dirección compartida por ambos, de forma que Comas coordinaba la sección de Astronomía y a Fontserè se le encomendaron las áreas de Meteorología y Sismología. Como explica en la biografía Josep María Oliver, “la solución tenía una ventaja: Comas iba de noche y Fontseré de día: no tenían por qué coincidir”.
Crítico de Einstein
Al hilo de estas lecturas, la aparente impresión inicial de una absurda rivalidad queda eclipsada por la certeza, corroborada por la precisa documentación aportada por los autores, de que, enemigos o no, la ciencia española obtuvo gracias a Josep Comas i Solà y Eduard Fontserè, uno de los más brillantes legados de la primera mitad del siglo XX. Los críticos de Comas no dejan de mencionar sus discrepancias con la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein, que se empeñó en cuestionar en la mayoría de sus artículos, muchos de ellos en el diario La Vanguardia, cuya hemeroteca alberga con sus escritos un enorme tesoro, ya que en ellos está una gran parte de su faceta como divulgador, desde la que trasladó al lector cualquier acontecimiento astronómico relevante, como el mítico paso del cometa Halley en 1910 por las proximidades de la Tierra y la polémica internacional sobre los canales de Marte, abierta por el norteamericano Percival Lowell. Pero al margen de aquella discrepancia con Einstein, Comas fue gestando una profusa obra científica y divulgativa que, en una visión de conjunto, puede considerarse única en la astronomía española. En lo científico, sus aportaciones se concretaron en el descubrimiento de dos cometas y una docena de asteroides, a uno de los cuales bautizó con el nombre de Barcelona. Sus estudios planetarios fueron más que notables y, entre ellos, destaca su visionaria teoría de que Titán, la mayor luna de Saturno, tiene atmósfera, algo que no se confirmaría hasta décadas después gracias a la sonda espacial Voyager.
De sus libros, la obra El cielo. Novísima Astronomía Ilustrada, publicada por la Casa Editorial Seguí, es uno de los más bellos tratados que pueden encontrarse en la actualidad en las librerías de viejo. Amén de los sabios contenidos de Comas, que fascinarán al lector, las cartas celestes e ilustraciones que los acompañan son de una belleza indescriptible.
Lo curioso es que, en estas mismas librerías, es frecuente encontrar al lado de la legendaria obra de Comas i Solà el libro Elementos de meteorología, de Eduard Fontseré, de la Editorial Gustavo Gili, al que en lo meteorológico cabe atribuir similares elogios que al tratado astronómico de su rival. Ésta es, sin duda, la obra maestra de Fontseré. Aunque no sea comparable a los libros modernos sobre meteorología, en los que las imágenes de satélite y otras fotografías e infografías en color suponen un gran atractivo, el título de Fontseré es una lectura obligada para el climatólogo aficionado, porque en él se reúnen todas las enseñanzas necesarias para comprender los aspectos fundamentales de la atmósfera, aprender a observar el tiempo e instalar una estación meteorológica propia.
Seguramente, Comas y Fontseré se sorprenderían de haber sabido que, pese a sus irreconciliables trayectorias, el destino les abocaría a que su obra conviva de manera inseparable en los estantes de las librerías, que atesoran sus valiosas contribuciones científicas.
"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"
Carmen Cortelles
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