2018-07-18
El verano es una de las mejores épocas del año para iniciarse en la observación del cielo. El buen tiempo y las estancias en plena naturaleza, donde no llega la contaminación lumínica, invitan a echar un vistazo a las estrellas y constelaciones estivales, entre las que destaca la presencia de la Vía Láctea, nuestra galaxia, que vemos en forma de trazo blanquecino que cruza la mayor parte de la bóveda celeste. Empezar a observar el cielo no exige el uso de telescopios; se debe comenzar con nuestros propios ojos como instrumento óptico para abrirnos camino entre las estrellas. Si se quiere profundizar en nuestras primeras incursiones en las noches estrelladas, el mejor recurso son los prismáticos, incluso aquellos que guardamos en casa desde hace muchos años. Con ellos podremos explorar los campos estelares de Cassiopeia, Cygnus, Sagittarius, Scorpius y otras espectaculares constelaciones, y deleitarnos con objetos celestes como el Doble Cúmulo de Perseus y las Pléyades. Para orientarnos y reconocer las constelaciones y estrellas de referencia, es una buena idea consultar un planisferio mientras observamos, lo que nos permitirá identificar las principales en solo una o dos noches. Y desde finales de julio a mediados de agosto podremos disfrutar también de la tradicional cita de la lluvia de meteoros (o estrellas fugaces) de las Perseidas, cuyo máximo se suele producir entre el 10 y el 12 de agosto.
Foto: Uno de los sectores más densos de la Vía Láctea en la constelación de Cygnus, con la brillante estrella Deneb y la Nebulosa Norteamérica (en rojo, a la izquierda). (Foto: Vicente Aupí)
"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"
Carmen Cortelles
Estrellas y borrascas
Todos los derechos reservados.
© Vicente Aupí. Salvo indicación en contra todos los textos y las fotografías son del autor. Su uso o reproducción sólo se permite mediante la correspondiente autorización previa.
CONTACTO | ENLACES