La zona de las constelaciones de Sagittarius y Scorpius es ideal para los prismáticos. (Foto: Vicente Aupí)
La observación del cielo no presupone comprar un telescopio. Nuestros ojos son un excelente instrumento óptico que nos permitirá conocer las constelaciones y sus estrellas principales e, incluso, identificar la Galaxia de Andromeda (M 31), la Nebulosa de Orion (M 42) y el Doble Cúmulo de Perseus. Después, el paso más aconsejable es el uso de unos binoculares. Con ellos podremos ver con suficiente detalle estos objetos celestes, así como muchas de las nebulosas y cúmulos estelares que aparecen en los mapas celestes. Si los asentamos sobre un trípode para evitar trepidaciones, los prismáticos son suficientes también para ver las lunas de galileanas de Júpiter y sus órbitas alrededor del gigantesco planeta. Los binoculares sorprenderán al observador por su versatilidad y facilidad de uso, y son el mejor instrumento para las lecciones de aprendizaje bajo el cielo nocturno. El uso del telescopio es un paso posterior. Su ventaja frente a los prismáticos es, sobre todo, su capacidad para ampliar la imagen a nuestro antojo: en buenas condiciones atmosféricas se pueden hacer observaciones lunares y planetarias a más de 150-200 aumentos, algo que no está al alcance de los binoculares. Pero éstos ganan para observar grandes campos estelares o recorrer de manera rápida diferentes sectores de la bóveda celeste.
"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"
Carmen Cortelles
Estrellas y borrascas
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