Nubes nocturnas luminiscentes fotografiadas por los astronautas de la Estación Espacial Internacional el 13 de julio de 2012. (Foto: NASA)
En 1885, después de la extraordinaria erupción del volcán Krakatoa en 1883, se observaron en diversas partes del mundo unas extrañas nubes luminosas que brillaban en plena noche. Fue el descubrimiento de las nubes nocturnas luminiscentes, que no se conocían antes de finales del siglo XIX, y que habitualmente se forman en la alta atmósfera al norte de los 45 º de latitud en el hemisferio boreal y al sur de los 45º en el austral. Por su coincidencia con la del Krakatoa y otras erupciones, ya se conocía su relación con la presencia de partículas volcánicas en la alta atmósfera, pero ahora, la NASA ha confirmado, con un estudio del profesor James Russell, que algunas de estas nubes se forman gracias a las lluvias de meteoros o estrellas fugaces. Las partículas meteóricas que entran en la atmósfera actúan como núcleo para que se depositen los cristales de hielo de las nubes nocturnas luminiscentes, también llamadas nubes noctilucentes. Esto explica la mayor frecuencia de observaciones que se ha producido después de la caída de meteoritos notables, como en el suceso de Tunguska, en Siberia, el 30 de junio de 1908. Días después se vieron nubes de este tipo en muchas zonas del planeta y la luminiscencia atmosférica reinante permitía leer en la calle, a plena noche, en algunos lugares de Europa. Aunque, en teoría, los cristales de hielo de estas nubes necesitan temperaturas que en la alta atmósfera no se dan al sur de los 45 º de latitud boreal, el pasado mes de junio se fotografiaron, los días 14 y 18, nubes nocturnas luminiscentes desde el Observatorio de Calar Alto, en la provincia española de Almería, situado por encima de los 2.100 metros de altitud. Según el investigador Gerd Baumgarten, del Instituto Leibniz de Física de la Atmósfera, las nubes observadas debían estar ligeramente al sur de la cordillera de los Pirineos, es decir, por debajo de las latitudes teóricas para su formación. Este hecho no tiene, según él, una explicación clara y abre un nuevo interrogante acerca de este tipo de nubes, ya que al formarse en condiciones extremas de temperatura, su localización más al sur de lo normal podría deberse a cambios en la alta atmósfera. En todos los casos, las nubes nocturnas luminiscentes se observan de noche cuando el Sol ya está oculto bajo el horizonte pero sus rayos aún iluminan las capas atmosféricas más altas, gestando un extraoordinario espectáculo de la naturaleza.
"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"
Carmen Cortelles
Estrellas y borrascas
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