Estrellas y Borrascas

Calimas, brumas y nieblas

La primavera suele ser época de cielos azules recortados sobre grandes nubes de desarrollo vertical en un día luminoso con gran transparencia atmosférica que, en plena naturaleza, permite que la visibilidad llegue hasta los 100 kilómetros. Pero los cambios de tiempo favorecen que muchos días el paisaje se funda con la calima o con las nieblas y las brumas. El tiempo seco y caluroso suele ir acompañado de calimas, dando lugar a atmósferas plomizas de un cielo pesado y grisáceo en el que la visibilidad típica de primavera se reduce drásticamente, mientras que los temporales de lluvia propician nieblas y neblinas, especialmente en zonas de montaña y vegetación densa. Calima, brumas, niebla, neblinas... Son conceptos meteorológicos parecidos, aunque hay diferencias. La niebla y la neblina son, en realidad, nubes. Nubes a ras de suelo, formadas por tanto por diminutas gotas de agua en suspensión sobre la atmósfera. La diferencia entre ellas concierne a la visibilidad: cuando es inferior a 1.000 metros se habla de niebla. La calima, por su parte, es un fenómeno caracterizado por la suciedad atmosférica, ya que aparece cuando hay arena, polvo o partículas muy concentradas en suspensión que reducen la visibilidad. Pero se diferencia de la niebla y la neblina en que es seca, ya que no está formada por gotas de agua como las nubes. Y la bruma es un concepto más complejo para el que no existe unanimidad de criterio en el ámbito meteorológico. A veces encontramos definiciones que la describen por la presencia de gotículas como en la neblina; otras por partículas en suspensión como en el caso de la calima y, también, por la combinación de ambas.

Torremocha del Jiloca, 21 de mayo de 2012