Camino nevado junto al río Jiloca en las proximidades de Torremocha (Teruel). (Foto: Vicente Aupí)
El récord de precipitaciones de marzo para el conjunto de España mantiene llenos o a buen nivel los embalses y los ríos y manantiales derrochan agua. En amplias zonas del país la gente se queja del exceso de lluvia, y no pocos lo hacen con razón, porque las inundaciones han echado a perder sus hogares o sus campos. Hay cuantiosos perjuicios por este periodo de lluvias más que abundantes, pero si nos fijamos bien seguramente son mayores los beneficios en un estado tan variopinto como el nuestro, donde las diferencias geográficas y climáticas suelen sobrevenir acompañadas de disparidades en los criterios sobre el uso del agua. Metidos aún en plena crisis económica, llevamos una buena temporada sin el conflicto acerca de los trasvases. El fantasma de la sequía merodeó vagamente el año pasado, pero el balance pluviométrico es tan generoso que nos hemos olvidado nuevamente de él. Imagínense que además de los sustos económicos, los asuntos de la corrupción y, en fin, el pesaroso panorama que nos abruma también nos viéramos impotentes porque al abrir el grifo no saliera agua. Podía haber sucedido, porque los males no suelen llegar solos. Pero si algo nos queda, de momento, es agua. Le pregunté una vez a un abuelo de un pueblo de interior qué invento del siglo XX le había sorprendido más, y no vaciló al contestarme que siempre le parecía un milagro eso de que abras un grifo y salga agua por arte de magia.
"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"
Carmen Cortelles
Estrellas y borrascas
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