Orion levantándose sobre las crestas del Parque Nacional de Ordesa. (Foto: Vicente Aupí)
Se acaba la canícula, el periodo más cálido del año, que arranca tradicionalmente el 15 de julio. Las estadísticas climatológicas atestiguan que en la segunda quincena de agosto, aunque el calor apriete muchos días, empieza a bajar claramente la curva de temperatura anual en el camino hacia el otoño. Asimismo, la actividad tormentosa suele incrementarse y la duración del día mengua apreciablemente respecto a las semanas centrales del verano, señales evidentes de que el cambio de estación se aproxima. Además de ello, el firmamento también nos da pistas sobre la época del año en la que nos encontramos: si desde una zona alejada de luces parásitas miramos hacia el horizonte este al final de la madrugada, seremos testigos de la reaparición en el cielo de las constelaciones de Orion y Canis Major, esta última con su famosa estrella Sirius, la más brillante después del Sol, destacando sobre el resto, aunque no hay que confundirla con Júpiter, que brilla todavía más estos días en la cercana constelación de Gemini. Orion y Canis Major desaparecen de nuestra vista a finales de primavera, cuando están por encima del horizonte a pleno día y no pueden verse. Al alejarse de la perspectiva del Sol, es ahora cuando nos reencontramos con ellas. Si en Canis Major es Sirius la estrella más sobresaliente, en Orion no debemos perder de vista a las supergigantes Rigel y Betelgeuse. Su presencia en el cielo oriental poco antes del amanecer es signo inequívoco de que el verano está en su recta final. Digan lo que digan los termómetros.
"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"
Carmen Cortelles
Estrellas y borrascas
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