Jacinto Aupí Agramont, en una imagen reciente.
Él ha conocido aquel cielo negro que había en los pueblos turolenses a mediados del siglo XX, cuando daba igual que miraras las estrellas desde la plaza o desde el campo; no había luces que molestaran. Muchas noches de agosto de los años 50 y 60 recorría de madrugada a pie, bajo la estela de la Vía Láctea, el camino entre Torremocha del Jiloca y Santa Eulalia del Campo para tomar el expreso nocturno a Valencia, que le llevaba a trabajar mientras mis hermanos y yo, ocho hijos varones, acompañados de nuestra madre, Fermina Royo Hernández, dormíamos en la casa familiar disfrutando del verano entre campos de trigo y lluvias de estrellas fugaces. Aquellas travesías nocturnas de mi padre, Jacinto Aupí Agramont, bajo el firmamento de Teruel fueron una de las leyendas reales que me despertaron de niño la pasión por los cielos nocturnos. Y este señor, que ha sido testigo de casi un siglo de historia, que siguió de cerca muy documentadamente todos los grandes acontecimientos de la historia en general y de la era espacial en particular, desde la órbita de Yuri Gagarin, el primer astronauta, hasta la llegada a la Luna, y que hoy aún lee las noticias sobre el Cosmos -y todas las demás que nos suelen amargar el día- en los tiempos de la Estación Espacial Internacional, este señor, digo, cumple 99 años hoy, 24 de abril de 2013. Felicidades!
Torremocha del Jiloca, 24 de abril de 2013
"Aun a pesar de tener relojes rotos en los baúles, en las Nubes de Magallanes se guardan los más absolutos y recónditos momentos"
Carmen Cortelles
Estrellas y borrascas
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